miércoles, 12 de agosto de 2009

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - ESPIONAJE INACEPTABLE - Revista Oiga

EN las páginas de esta revista apareció la semana pasada un documento plenamente probatorio del espionaje que el comando militar peruano ejerce sobre los ciudadanos de este país, no sólo en el territorio patrio sino también en el extranjero. Peor aún, el documento publicado prueba además que el comando militar está por encima del Consejo de Ministros. Es el simple secretario del Comandante General del Ejército el que se dirige imperiosamente al ministro de Relaciones Exteriores comunicándole lo que ese comando juzga son contactos peligrosos de los diplomáticos en el exterior. Y la insinuación para que se castigue a los funcionarios observados tiene tono, aunque soterrado, de orden castrense.

El hecho reviste enorme gravedad porque prueba la existencia, dentro del régimen que gobierna el Perú, de un aparato, de un organismo, de un sistema de vigilancia propio de las más horrendas dictaduras fascistas, en las que las instituciones oficiales están subordinadas a las instancias policíacas del partido. En nuestro caso se le ha asignado al Ejército el papel que, por ejemplo, tenía la Gestapo en la Alemania nazi.

Sin embargo, pocos ciudadanos -aparte de los diplomáticos- se han inquietado con la noticia de que hay espionaje político en el país.

La vieja conseja de Bertolt Brecht se vuelve a hacer presente: Están vigilando a los diplomáticos, pero yo no soy diplomático. Espían a los exiliados, pero yo no estoy deportado. Les siguen los pasos a los apristas, pero yo no soy aprista y no me importa que los persigan a ellos -se lo merecen-...

La mayoría, si se pusiera a hacer memoria y repasara sus recuerdos, si razonara un poco e hiciera un esfuerzo por analizar lo que ocurre a su alrededor y tomara conciencia de ello, caería en la cuenta de que esos sistemas siempre concluyen en que todos los ciudadanos, sin excepción alguna, quedan sometidos a la vigilancia de los servicios de inteligencia de la Suprema Autoridad, del padre de la Patria Nueva o Nuevo Perú. Pero, por lo general, no ocurren así las cosas. La mayoría cae siempre en la trampa de no mirar lo que le ocurre al vecino y deja que le vayan recortando poco a poco la libertad, que se la vayan quitando a rebanadas, como se corta el salame.

Bueno, esto no le ocurre a todos, no. Nunca ha faltado gente con mayor preocupación que la común por las cuestiones que afectan a su libertad o intimidad, gente con mayor inclinación a hacerse solidaria con los demás, gente con sensibilidad ciudadana, con instinto democrático. Y esa gente sí se da cuenta que hoy en el Perú la conseja de Brecht no es un juego de palabras sin sentido; que los abusos ante los que uno cierra los ojos, porque los sufren otros, mañana le pueden ocurrir a uno si no se alza él contra el abuso y convoca a otros a que lo acompañen en su protesta. Esa gente advierte que si no se logra crear conciencia en los demás de que el abuso contra un hombre, cualquiera que éste sea, es un abuso contra todos los hombres, terminaremos todos siendo esclavos. Esa gente entiende muy bien que si el abuso es parte de un sistema, todos los ciudadanos del país donde ese sistema se vaya imponiendo perderán poco a poco sus libertades y serán fácil presa de abusos sin cuento. Así comenzaron todos los totalitarismos, todas las Patrias Nuevas que en el mundo han sido.

Y eso es lo que, por desgracia y sin que muchos lo adviertan, está ocurriendo hoy en el Perú. El documento publicado la semana pasada en OIGA nos lo precisa con claridad, nos entera a plenitud que hay espionaje político en el país y que los espías tienen más poder que los ministros, más autoridad que las autoridades oficiales. Ese documento nos informa de que en el Perú actual la vida íntima, las relaciones personales, nuestras actividades cotidianas pueden estar siendo controladas por el alto mando del Ejército, puesto al servicio de los desconocidos designios del señor Fujimori. Y si esto no irrita, no indigna a la gente, algo nos está faltando.

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