miércoles, 12 de agosto de 2009

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - TERRORISMO: SOLUCIÓN SIN PARCHES - Revista Oiga

EL ministro de Aeronáutica, pretendiendo desmentir la información que dio OIGA la semana pasada sobre la falta de apoyo militar a las operaciones que realizan las Fuerzas Auxiliares para combatir a las guerrillas, graficada por la existencia en Ayacucho de un solo helicóptero, ha dicho que son varios y que el número es un secreto militar, añadiendo a estos fantasmales aparatos la presencia de aviones con idéntica finalidad. Pero si el desmentido del ministro fuera cierto, la cosa sería peor; porque con tantos aviones y helicópteros de respaldo, el puesto policial de Vilcashuamán fue atacado por los terroristas con la misma facilidad de siempre -esta es la tercera vez- y los defensores fueron nuevamente masacrados sin que pudieran -igual que las veces anteriores- reclamar ayuda y, por lo tanto, sin recibirla. Más aún: el único helicóptero que, según sabe todo Ayacucho, tenía la FAP en operaciones en esos momentos, sobrevoló Vilcashuamán cuando el puesto policial era atacado por los guerrilleros y no pudo advertir lo que estaba pasando. Sin embargo, si lo lograba, poco o nada era lo que hubiera podido hacer un aparato pequeño, destinado a labores de avituallamiento y traslado de personal en número reducido, que no está artillado.

Con desmentido o sin él, estos son los hechos; que están a la vista y tienen por testigo a seis tumbas.

Después de hacer esta necesaria precisión, pasemos a otros aspectos de un problema que angustia, con razón, a muchos peruanos que no están" dispuestos a abandonar el país o no poseen medios para hacerlo: indaguemos algo en las raíces del terrorismo, de la guerrilla que está asolando Ayacucho y amenaza a otras regiones.

Es cierto, como parece haber dicho en estos días un historiador brillante y muy atento a lo que ocurre a su alrededor, que este fenómeno recibe aliento del afán de rebeldía de la juventud, de la gallardía juvenil herida frente a la injusticia; y también es verdad que la violencia, en estallido terrorista, no es novedad en nuestra historia republicana. Pero no hay razones valederas para afirmar que semejante reacción de la juventud se deba a su desencanto por la actividad y los objetivos de los partidos políticos; a su desacuerdo con este régimen, por considerar inoperante a la democracia. La actual ola terrorista surge, se organiza y comienza a manifestarse en la larga etapa castrense que vivió el Perú. No tuvieron los jóvenes que hoy ponen bombas, asesinan guardias y vuelan torres de alta tensión ninguna experiencia democrática. Prácticamente nacieron durante una dictadura y se formaron en época en que había quedado borrado todo vestigio de libertad, de crítica, de democracia representativa. Mal pueden, pues, tener desencantos o rechazos en relación a algo que no conocen, que no conocieron.

El estallido de violencia que se está extendiendo hoy en el Perú como reguero de pólvora, tiene características muy especiales. En poco se parece a las manifestaciones terroristas de los años treinta, que fueron producto de los ideales e insatisfacciones de la juventud de la clase media. Era época en que el Perú profundo que decía Basadre no tenía parte en discusión alguna. Políticamente no existía sino como número y es ese Perú el que hoy se está pronunciando a bombazos, igual que hicieron los apristas en sus años mozos.
La guerrilla de ahora tiene características de alzamiento andino. De allí el evidente, el comprobado apoyo popular que va obteniendo en los campos del Ande.

¿Cómo hacerle frente a este fenómeno de violenta rebeldía, de ferocidad en el combate y en el propósito de dejar sentado en las serranías que la guerrilla es el "poder", que ella es la que juzga y la que mata?

La solución no es imposible, pero tampoco es tan fácil como parecen creerlo algunos de los corresponsales entrevistados por OIGA en esta edición. Para ellos, no sabemos por qué, el terrorismo peruano es comparable al de las bandas armadas de Italia y Alemania; y piensan que la receta usada en esos dos países es universal. Sin embargo, esto lo dicen olvidándose de Irlanda; donde no hay manera de encontrar cura para tan grande y largo terror. Alguno de ellos también mencionó a España; justo al momento en que, por diversas razones, es difícil apostar a que el terrorismo de ETA esté próximo a concluir. Al contrario, pareciera que con la nueva ley de armonización de las autonomías (LOAPA) se habría precisamente dañado al sistema autonómico, el principal elemento usado por el nacionalismo vasco para contener la violencia en Euskadi. (Una jugada política del socialismo de Felipe Gonzales para congraciarse con el Ejército español y obtener el visto bueno militar para el próximo gobierno socialista, puede resultar beneficiosa para ETA).

Como se ve, el panorama del terrorismo y la guerrilla no es tan simple aquí ni en Europa.

Tampoco lo es su solución; que, para nosotros, debiera comenzar por un cambio radical de la política económica. Debemos dejar de seguir calcando recetarios extranjeros y tratar de poner la economía a tono con las necesidades de las mayorías. Lo que no quiere decir que tenga que destruirse la economía para satisfacer demandas regionales impuestas por la dinamita, ni reclamos irracionales del sindicalismo.

Y en el campo militar no hay otro camino que el reglamentario: frente al deterioro de la seguridad interna, hay que poner en marcha el mecanismo de la defensa interior del territorio (DIT). Es la única manera de unificar el mando y de hacer fluir hacia la policía el apoyo logístico de las Fuerzas Armadas.

Cualquier otro planteamiento será parche y no servirá como solución.

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