sábado, 6 de junio de 2009

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL - EL SIN en acción – Revista Oiga 16/01/1995

INVADIÓ de pronto mi ofici­na. Se valió de un engaño: alegó ser reportera de un ca­nal de televisión y que estaba interesada en informar sobre el hasta ahora no esclarecido concurso para el manejo de los cómputos electorales, concedido sospechosamente por el Jurado Nacional de Elecciones a la firma Otepsa... Pero de este tema saltó sorpresivamente a otro. Abrió una copia de la última edición de OIGA y preguntó mostrando la foto de la espía del SIN, retratada en el hemiciclo del CCD:

-¿Con qué pruebas acusa usted de espía a esta persona?...

-¡Ay…usted es la de la foto! - respondí de inmediato al identificarla. Y me dispuse a hacer frente a la situación. Es­taba enfocado por la cámara, era prisio­nero de ella, había caído en una embos­cada periodística, y cualquier actitud vio­lenta que yo tuviera sería registrada con fatales consecuencias para mi…. Eso sí, no me callaría.

Y vino aquí una explosión de dimes y diretes que no es de extrañar aparezca, editada convenientemen­te, en alguna de las muchas pantallas de televisión amigas del gobierno. Pueda que ya haya sido pasada la cinta o, más tarde, empleada en mi contra ante alguno de los tribunales adictos al régimen.

Cuando los dimes y diretes habían llegado al punto máximo y ella, la señorita Jenny Zúñiga, alegó ser empleada del programa Opinión Libre del doctor Torres y Torres Lara", yo le respondí que trabajar para el cecedista de las dos to­rres no la libraba de ser espía del SIN:

-Porque éste es un gobierno mili­tar, manipulado por el SIN, con civi­les de biombo. Esta es mi opinión y OIGA ha mostrado pruebas que na­die ha refutado.

La señorita Zúñiga estaba, sin duda, muy bien adiestrada y de improviso cam­bió el ataque por otro flanco, descubrien­do, sin quererlo, a los inspiradores de los discursos del señor Fujimori. La señorita Zúñiga replicó con las mismas palabras con las que Fujimori ataca a la prensa opositora:

-Con todo respeto ¿por qué no creer que ustedes reciben apoyo del narcotrá­fico? Ustedes no tienen avisaje ¿con qué se sostienen?

La grosería de la acusación, estrena­da tiempo atrás por el propio Fujimori, me dejó atónito y tartamudee, pero me repuse y respondí:

-Con avisos del gobierno, porque también OIGA ha firmado ese acuerdo aberrante, por medio del cual el gobier­no ha comprado canales y periódicos. (No agregué, por irrelevante, que las cuentas de OIGA están en manos de los funcionarios del fisco, que no se cansan de revisar nuestros paupérrimos libros de contabilidad).

Y ahí, con voces alzadas de mi parte, acabó la intromisión de una despierta periodista en mi despacho;

No es el momento, sin embargo, de discutir las apreciables habilidades reporteriles de la señorita Zúñiga, ni es­catimar méritos a su audacia -condición básica tanto para espías como para re­porteros-, sino de meditar en cómo es que la intromisión del SIN en la actividad de las gentes de este país se va agudizando y en cómo va creciendo el acoso a la prensa opositora por parte del régimen militar que nos gobierna.

Si escribiera que vamos ingresando a un sistema neofascista con banderas liberales, se dirá que soy un exagerado monotemático. No escribiré, pues, tal cosa. Pero sí me remitiré a una nota sobre la actuación de los militares en el Perú de estos días, que publicamos unas páginas más adelante. También insistiré en destacar los indicios que señalan a la señorita Zúñiga como es­pía del SIN, indicios que fueron resalta­dos en el CCD por varios parlamenta­rios. Tanto Cuaresma como García Mundaca y Moreyra la acusaron de espía, por su presencia irregular en el hemiciclo y por su fisgoneo en el Cole­gio de Abogados. A lo que Torres y Torres Lara respondió que era él y no el SIN quien contrataba a la “distinguida periodista, para que haga la constata­ción objetiva de los hechos”. Con lo que no aclaró si los rollos de su reportera llegaban o no al Servicio de Inteligencia para ser “evaluados políticamente” por la cúpula militar. Un político meti­do a periodista, como Torres y Torres Lara, antiguo amigo de la milicia, no es de fiar.

En lo que sí no callaré, aunque el resto de la prensa calle y a pesar de que se burlen de mí llamándome disco rayado y otras sandeces, es en destacar el acoso del gobierno contra la prensa de oposi­ción. No me cansaré de repetir, aunque callen todos mis colegas, de que la pren­sa en el Perú es más castigada tributariamente que en cualquier otra parte del mundo, a pesar del acuerdo de la pren­sa, en Berlín, señalando que el moder­no método de censura son los impuestos. Si a esto se agrega el sabotaje publicitario, como lo confiesa la reportera de Torres y Torres Lara, el acoso al periodismo de oposición se hace tan evidente como la actividad periodís­tica del de las dos torres. ¿Y qué decir de la acusación de agentes del narco­tráfico empleada ayer por Fujimori y hoy por la reportera de Torres y To­rres Lara?... Que los enemigos de OIGA estarán rabiando y rabiando, al ver pasar los meses y los años sin que las puertas de esta revista se cierren, a pesar del sabotaje publici­tario sin un solo aviso muchas ve­ces, hemos seguido y seguiremos adelante. Con el público como único soporte. Aunque esto signifique un precio alto, que aleja a los peruanos de la lectura y, a la vez, no permite el desarrollo de la empresa... Pero en este luchar y luchar sin descanso, con un rayo de luz muy lejos, al fondo del túnel, no nos falta experiencia, ya somos baqueanos.
P.S. Al terminar esta nota me infor­mo que el doctor Torres y Torres Lara pasó por el canal 13 su rollo, lo que no hace a la señorita Zúñiga reportera del canal sino de quien cubre ese día el espa­cio llamado Opinión Libre o sea el cecedista de las dos torres. También me dicen que el doctor Torres y Torres Lara insistió en reconocer el sabotaje económico a OIGA y en diferenciar libertad de empresa de libertad de prensa, de lo que él llama libertad de los periodistas”. La misma precisión que me llamó la aten­ción en boca de la señorita Zúñiga, ya que por ese distingo se llegó en el gobier­no militar a la confiscación de los medios de expresión. ¿Será el pasado que vuel­ve?

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