Al cierre de esta edición, varios días antes de que comience a circular la revista ¡contratiempos de la época!-, el bombardeo noticioso de la semana tiene parecido con el estallido de la santa, bárbara de un acorazado. Primera sorpresa: el atildado señor Murray, siempre dispuesto a encontrar todo correcto en el proceso electoral del 9 de abril, quedó de pronto espantado con la desaparición de 37 mil actas de sufragio, por lo que se negó a firmar la conformidad de la OEA a la limpieza de las elecciones del 9 de abril y, sin más, tomó un avión y voló a Washington. Al mismo tiempo, con ancha sonrisa, el retirado capitán de navío Luis Mellet se presentó ante la Justicia Militar y al poco rato se le congeló la alegría en la cara. Sus opiniones sobre el reciente conflicto bélico con el Ecuador -favorables al régimen- fueron calificadas de delito y se ordenó su detención. Acompañaba en su suerte, aunque en prisión para marinos, al general Ledesma, a quien un oficial de rango inferior al suyo lo acusa de lo mismo: de expresar su parecer sobre las operaciones militares en el Cenepa; a las que este general sí no las vio técnicamente bien conducidas por el alto mando peruano. Ante semejantes hechos, la citación alcanzada al general Mauricio por ese mismo Tribunal -cuyo presidente ha adelantado juicio contra el general Ledesma-, es, sin duda alguna, el anuncio de que será detenido y de que nos hallamos ante un operativo de persecución y amedrentamiento al interior de la Fuerza Armada. También dirigido contra el doctor Javier Pérez de Cuéllar, con quien colaboraban muy de cerca los generales Mauricio y Ledesma, los dos en retiro, igual que Mellet, y por lo tanto aptos para ejercer íntegros los derechos ciudadanos que todas las constituciones, aún la del CCD, consagran.
Pero esto no era sino el comienzo de un bombardeo noticioso destinado, al parecer, a ablandar el terreno antes de lanzar una gran cortina de humo sobre la derrota de Tiwinza -puesta en evidencia con gran fanfarria en la TV por el general ecuatoriano Paco Moncayo- y sobre la sorprendente negativa del delegado de la OEA a avalar la limpieza de unas elecciones con miles de actas, o sea millones de votos, desaparecidas, junto a tampones, sellos, lapiceros y el resto del material necesario para fraguar electores.
Los primeros bombardeos con humo oscuro fueron las cartas del general López Trigoso. Una dirigida al alto mando pidiendo permiso para la segunda, repartida como volante, pero que a OIGA no ha llegado, a pesar de que la revista es citada con insistencia en la misiva del general y en la que se nos conmina a publicarla... Pero el tremendo bombazo, que sonó como el reventón de una santabárbara, fue la presencia en Lima de Alfredo Zanatti, el hombre del dólar MUC, el socio de Alan García, el perseguido que eludió a la policía durante años, sin tomarse la molestia de esconderse, pues con frecuencia se le veía pasearse abiertamente por Roma, Frankfirt, Madrid, Sevilla, Miami, San José. Se trata -hay evidencias para afirmarlo- de una entrega negociada, concretada meses atrás en el extranjero y afinada en las últimas semanas con Zanatti confinado en la base aérea de las Palmas. De tan sorprendente y misteriosa cortina, tenida largo tiempo escondida bajo la manga y tendida en momento oportuno para cambiar los temas de la conversación diaria de estos días, se ocupa OIGA en las páginas que siguen.
En esta columna estoy obligado a comentar las penosas cartas rectificatorias del general Vladimiro López Trigoso. Penosas porque en todo el episodio que las rodea hay enorme poquedad de espíritu, esmirriado aprecio por la honra, torpe abuso de autoridad. Hay tanta pequeñez soterrada en lo escrito y en lo que esas cartas insinúan que entristece enterarse de tamaña sordidez y me hace creer que sólo un equivocado sentido de la disciplina militar o un apremio demasiado brutal llevó al general López a poner su firma en un alegato que, por lo dicho en sus cartas, estuvo llevándolo incomprensiblemente callado durante casi un mes y que, en relación con OIGA, nada rectifica. OIGA se limitó a hacer público el nombre del remitente de una carta, publicada por Caretas, nombre que sólo un retardado mental no podía descubrir, pues eran demasiado claras las evidencias: la carta respondía una a una las acusaciones directas que un reportero de televisión y el propio presidente Fujimori le habían hecho al general López Trigoso y hacía comentarios que sólo el jefe de operaciones del Cenepa podía hacer. OIGA se limitó, pues, a resolver un acertijo demasiado fácil. Otra cosa, en la que nada tiene que ver esta revista, es si alguien se atrevió a falsificar la carta manuscrita publicada por Caretas. Lo que me parece una hipótesis disparatada, ya que es difícil encontrarle sentido a semejante patraña. ¿Quién podría interesarse por poner a salvo al general López de los graves cargos que le habían lanzado el señor presidente de la República y los periodistas de su entorno sino el mismo general López ‘Trigoso’. Y, en último caso, la solución a cualquier duda que pudiera subsistir es muy fácil de resolver. Bastaría, como lo señala Caretas, con una pericia grafológica ante tribunales competentes. Lo del interrogatorio periodístico en público, sí no me parece pertinente, aunque, sin duda, sería muy periodístico y divertido. ¿Por qué no se le hace la pericia grafológica?
Y, para terminar, no quiere OIGA sustraerse a la casi unánime exhortación que se le hace al gobierno para que inicie su segundo mandato extendiendo una magnánima rama de olivo a los que cree son sus enemigos. Sería un gesto que lo enaltecería y dejaría en posición desairada a los intransigentes, a los principistas radicales, a los opositores contumaces. ¿Qué beneficio le reporta al gobierno la prisión del general Salinas Sedó y los oficiales que lo acompañan en el Real Felipe? ¿Le hace bien al gobierno ensañarse contra Salinas y los suyos y mostrar dureza irracional, mezquindad y rencor vengativo? ¿Ganará algo el gobierno arremetiendo contra la Constitución, la Justicia y el orden jurídico para vengarse de los generales Ledesma y Mauricio por el “delito” de poner en evidencia la torpeza del comando en el conflicto del norte? ¿Le es útil al gobierno humillar al general López Trigoso, bastante humillado ya con las acusaciones que se le hicieron cuando aún no habían concluido los combates en el Cenepa, haciéndole publicar, a destiempo, cartas -la dirigida a su comando y la destina a “rectificar” a OIGA y Caretas- que nada aclaran y más bien sirven para que los periodistas de oposición nos sintamos asediados, presionados, amenazados? ¿Les es beneficioso al presidente Fujimori comprarse los resentimientos del general Hermoza Ríos?
Pero esto no era sino el comienzo de un bombardeo noticioso destinado, al parecer, a ablandar el terreno antes de lanzar una gran cortina de humo sobre la derrota de Tiwinza -puesta en evidencia con gran fanfarria en la TV por el general ecuatoriano Paco Moncayo- y sobre la sorprendente negativa del delegado de la OEA a avalar la limpieza de unas elecciones con miles de actas, o sea millones de votos, desaparecidas, junto a tampones, sellos, lapiceros y el resto del material necesario para fraguar electores.
Los primeros bombardeos con humo oscuro fueron las cartas del general López Trigoso. Una dirigida al alto mando pidiendo permiso para la segunda, repartida como volante, pero que a OIGA no ha llegado, a pesar de que la revista es citada con insistencia en la misiva del general y en la que se nos conmina a publicarla... Pero el tremendo bombazo, que sonó como el reventón de una santabárbara, fue la presencia en Lima de Alfredo Zanatti, el hombre del dólar MUC, el socio de Alan García, el perseguido que eludió a la policía durante años, sin tomarse la molestia de esconderse, pues con frecuencia se le veía pasearse abiertamente por Roma, Frankfirt, Madrid, Sevilla, Miami, San José. Se trata -hay evidencias para afirmarlo- de una entrega negociada, concretada meses atrás en el extranjero y afinada en las últimas semanas con Zanatti confinado en la base aérea de las Palmas. De tan sorprendente y misteriosa cortina, tenida largo tiempo escondida bajo la manga y tendida en momento oportuno para cambiar los temas de la conversación diaria de estos días, se ocupa OIGA en las páginas que siguen.
En esta columna estoy obligado a comentar las penosas cartas rectificatorias del general Vladimiro López Trigoso. Penosas porque en todo el episodio que las rodea hay enorme poquedad de espíritu, esmirriado aprecio por la honra, torpe abuso de autoridad. Hay tanta pequeñez soterrada en lo escrito y en lo que esas cartas insinúan que entristece enterarse de tamaña sordidez y me hace creer que sólo un equivocado sentido de la disciplina militar o un apremio demasiado brutal llevó al general López a poner su firma en un alegato que, por lo dicho en sus cartas, estuvo llevándolo incomprensiblemente callado durante casi un mes y que, en relación con OIGA, nada rectifica. OIGA se limitó a hacer público el nombre del remitente de una carta, publicada por Caretas, nombre que sólo un retardado mental no podía descubrir, pues eran demasiado claras las evidencias: la carta respondía una a una las acusaciones directas que un reportero de televisión y el propio presidente Fujimori le habían hecho al general López Trigoso y hacía comentarios que sólo el jefe de operaciones del Cenepa podía hacer. OIGA se limitó, pues, a resolver un acertijo demasiado fácil. Otra cosa, en la que nada tiene que ver esta revista, es si alguien se atrevió a falsificar la carta manuscrita publicada por Caretas. Lo que me parece una hipótesis disparatada, ya que es difícil encontrarle sentido a semejante patraña. ¿Quién podría interesarse por poner a salvo al general López de los graves cargos que le habían lanzado el señor presidente de la República y los periodistas de su entorno sino el mismo general López ‘Trigoso’. Y, en último caso, la solución a cualquier duda que pudiera subsistir es muy fácil de resolver. Bastaría, como lo señala Caretas, con una pericia grafológica ante tribunales competentes. Lo del interrogatorio periodístico en público, sí no me parece pertinente, aunque, sin duda, sería muy periodístico y divertido. ¿Por qué no se le hace la pericia grafológica?
Y, para terminar, no quiere OIGA sustraerse a la casi unánime exhortación que se le hace al gobierno para que inicie su segundo mandato extendiendo una magnánima rama de olivo a los que cree son sus enemigos. Sería un gesto que lo enaltecería y dejaría en posición desairada a los intransigentes, a los principistas radicales, a los opositores contumaces. ¿Qué beneficio le reporta al gobierno la prisión del general Salinas Sedó y los oficiales que lo acompañan en el Real Felipe? ¿Le hace bien al gobierno ensañarse contra Salinas y los suyos y mostrar dureza irracional, mezquindad y rencor vengativo? ¿Ganará algo el gobierno arremetiendo contra la Constitución, la Justicia y el orden jurídico para vengarse de los generales Ledesma y Mauricio por el “delito” de poner en evidencia la torpeza del comando en el conflicto del norte? ¿Le es útil al gobierno humillar al general López Trigoso, bastante humillado ya con las acusaciones que se le hicieron cuando aún no habían concluido los combates en el Cenepa, haciéndole publicar, a destiempo, cartas -la dirigida a su comando y la destina a “rectificar” a OIGA y Caretas- que nada aclaran y más bien sirven para que los periodistas de oposición nos sintamos asediados, presionados, amenazados? ¿Les es beneficioso al presidente Fujimori comprarse los resentimientos del general Hermoza Ríos?
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