Los acontecimientos bélicos de la frontera norte -muy graves según los informes oficiales- acaparan la atención ciudadana. Y es hora, por lo tanto, de unidad nacional, de compacta reacción cívica en torno al gobierno en funciones y a los hombres que empuñan las armas de la nación. También seria la gran oportunidad paró para que el jefe de Estado convoque a los peruanos ilustres y a los candidatos de todas las tiendas para que colaboren con el Perú en las complicadas tareas diplomáticas que han de seguir a la confrontación armada. Por algo el doctor Javier Pérez de Cuéllar, el peruano más distinguido y cabeza de la diplomacia mundial durante años, ha suspendido su comprometido viaje a Francia, quedándose en el país para observar el desarrollo de los incidentes fronterizos a la vez, exigiéndole al gobierno información completa de lo sucedido para actuar en consecuencia.
El imperativo de la hora es la unidad nacional, es el deber que impone la realidad. Y, más bien, no es ocasión para recordar, por ejemplo, que cuando se toman decisiones económicas, no es sensato cerrar los ojos ante hechos reales como él que estamos afrontando en el norte. No es momento de pensar, aunque tengamos muchísima razón, en que son anacrónicas y absurdas las guerras y las fricciones fronterizas. Ahí están, duras como piedra, a la vista del mundo entero; y son parte de la realidad de la vida. Tampoco es momento para llamar la atención sobre la ingenuidad de quienes, para privatizar, se guían por catecismos de moda, por la hechiza divinidad del mercado, sin atender las duras realidades del día y las enseñanzas de la historia. Aunque quién sabe no sea ocioso hacernos, ahora, la pregunta de si el petróleo es o no es una riqueza estratégica y si convendría o no vender nuestras refinerías a capitales ecuatorianos o de cualquier otro país vecino. Quién sabe no deje de ser prudente que estemos haciéndonos permanentemente esta pregunta, mientras la realidad mundial no cambie, mientras no llegue el día en que, a plenitud, los capitales no tengan patria. Porque la verdad es que, hasta hoy, la realidad nos recuerda que no siempre los capitales pierden su nacionalidad; y nos enseña que en la vida hay excepciones que es necesario tomar en cuenta.
Los incidentes de la frontera norte -muy graves según versión oficial- obligan a los peruanos a actuar unidos y a olvidar sus rencillas internas. En este tema, la peruanidad debe tener una sola voz, reclamando se establezca la paz estipulada en el Protocolo de Río, tratado que arrebató al Perú grandes extensiones -que resultaron siendo con el tiempo la zona petrolífera ecuatoriana, pero que señalaron definitivamente la línea fronteriza, línea detalladamente reconocida por las partes, en mil novecientos ochenta y uno. Es hora, pues, de unión nacional en defensa de nuestra integridad nacional.
No es el momento de recordar las voces de alarma de esta revista cuando se dejó vacante ¡por dos años! la embajada peruana en Brasilia, sede principal de los garantes del Tratado de Río. Ni es hora de volver a reprochar la populista diplomacia personal del jefe de Estado, que alentó vanas esperanzas en el Ecuador y actuó con ignorancia plena del problema, tomándolo exclusivamente en sus manos. Tampoco viene al caso recordar el infeliz ‘acuerdo de caballeros’ suscrito por el canciller Torres y Torres Lara y Diego Cordovez, el mendaz ministro ecuatoriano. Acuerdo que no devolvió las bases ecuatorianas a su territorio y admitió, saliéndose del Protocolo, una disparatada tierra de nadie. Es hora de acción, unidos, hacia el futuro. Ya habrá tiempo más adelante para ventilar errores que jamás debieron cometerse y en los que no se hubiera caído si los técnicos de Torre Tagle hubieran sido consultados y no disueltos.
Roguemos porque el conflicto bélico sea corto y no nos arruine. Y esperemos que, por segunda vez, nuestros derechos en la Cordillera del Cóndor queden esclarecidos a la luz del Protocolo de Río y no de otro ‘acuerdo de caballeros’ que vuelva a dejar semillas de tensión en territorio nacional.
Mientras tanto, el curso de las actividades nacionales no debe detenerse -situación que sólo podría darse en el caso extremo e ineludible de que lleguemos a la guerra- y, como es lógico, ha de insistir esta columna en la actualidad electoral, en los indicios de fraude que se van acumulando y que el enviado de la OEA, el medroso señor Murray, se ha obligado a admitir ante las evidencias, pero llamándolas ‘irregularidades’. Para el arcangelical señor Murray, quien dice haber venido para observar el proceso actual ¡y para hacer e seguimiento del destino que tuvieron las denuncias de la OEA sobre las ‘irregularidades’ de las elecciones para el Referéndum y el CCD!, no indica voluntad de fraude, de trampa, la carta que el alcalde de Chachapoyas le dirige al prefecto regional, la autoridad política de la zona. A pesar de que en su carta el alcalde da cuenta al prefecto que ha recibido “encargo de las Autoridades del nivel Central de organizar y trabajar en el ámbito del Dpto. de Amazonas los comités de Apoyo a la Reelección de nuestro señor Presidente” (sic). También para el arcangelical señor Murray es una simple ‘irregularidad’ otra de las pruebas que le ha presentado la UPP: un oficio dirigido al presidente del Congreso y líder del gobierno, señor Jaime Yoshiyama, en el que diferentes autoridades del ministerio del Interior y otras dependencias gubernamentales le dan cuenta de sus actividades en favor de la reelección del jefe de Estado.
¡Buen observador nos ha enviado la OEA! Pueda que el señor Murray llegue a enterarse que las ‘irregularidades’ del Referéndum y de las elecciones parlamentarias, denunciadas en secreto por su predecesor, el inefable Gonzales, fueron a parar muy eficazmente a los basureros de ese armazón legal que él ha encontrado normal. Su descubrimiento, si lo logra, a pesar de ser conocido por el Perú entero, nos servirá para informarnos que la OEA hará el seguimiento del fraude de 1995, con una eficiencia supersónica, a inicios del nuevo siglo. Con lo que quedaremos encantados, sufriendo felices, igual que ahora, las consecuencias del fraude o trampa electoral.
El imperativo de la hora es la unidad nacional, es el deber que impone la realidad. Y, más bien, no es ocasión para recordar, por ejemplo, que cuando se toman decisiones económicas, no es sensato cerrar los ojos ante hechos reales como él que estamos afrontando en el norte. No es momento de pensar, aunque tengamos muchísima razón, en que son anacrónicas y absurdas las guerras y las fricciones fronterizas. Ahí están, duras como piedra, a la vista del mundo entero; y son parte de la realidad de la vida. Tampoco es momento para llamar la atención sobre la ingenuidad de quienes, para privatizar, se guían por catecismos de moda, por la hechiza divinidad del mercado, sin atender las duras realidades del día y las enseñanzas de la historia. Aunque quién sabe no sea ocioso hacernos, ahora, la pregunta de si el petróleo es o no es una riqueza estratégica y si convendría o no vender nuestras refinerías a capitales ecuatorianos o de cualquier otro país vecino. Quién sabe no deje de ser prudente que estemos haciéndonos permanentemente esta pregunta, mientras la realidad mundial no cambie, mientras no llegue el día en que, a plenitud, los capitales no tengan patria. Porque la verdad es que, hasta hoy, la realidad nos recuerda que no siempre los capitales pierden su nacionalidad; y nos enseña que en la vida hay excepciones que es necesario tomar en cuenta.
Los incidentes de la frontera norte -muy graves según versión oficial- obligan a los peruanos a actuar unidos y a olvidar sus rencillas internas. En este tema, la peruanidad debe tener una sola voz, reclamando se establezca la paz estipulada en el Protocolo de Río, tratado que arrebató al Perú grandes extensiones -que resultaron siendo con el tiempo la zona petrolífera ecuatoriana, pero que señalaron definitivamente la línea fronteriza, línea detalladamente reconocida por las partes, en mil novecientos ochenta y uno. Es hora, pues, de unión nacional en defensa de nuestra integridad nacional.
No es el momento de recordar las voces de alarma de esta revista cuando se dejó vacante ¡por dos años! la embajada peruana en Brasilia, sede principal de los garantes del Tratado de Río. Ni es hora de volver a reprochar la populista diplomacia personal del jefe de Estado, que alentó vanas esperanzas en el Ecuador y actuó con ignorancia plena del problema, tomándolo exclusivamente en sus manos. Tampoco viene al caso recordar el infeliz ‘acuerdo de caballeros’ suscrito por el canciller Torres y Torres Lara y Diego Cordovez, el mendaz ministro ecuatoriano. Acuerdo que no devolvió las bases ecuatorianas a su territorio y admitió, saliéndose del Protocolo, una disparatada tierra de nadie. Es hora de acción, unidos, hacia el futuro. Ya habrá tiempo más adelante para ventilar errores que jamás debieron cometerse y en los que no se hubiera caído si los técnicos de Torre Tagle hubieran sido consultados y no disueltos.
Roguemos porque el conflicto bélico sea corto y no nos arruine. Y esperemos que, por segunda vez, nuestros derechos en la Cordillera del Cóndor queden esclarecidos a la luz del Protocolo de Río y no de otro ‘acuerdo de caballeros’ que vuelva a dejar semillas de tensión en territorio nacional.
Mientras tanto, el curso de las actividades nacionales no debe detenerse -situación que sólo podría darse en el caso extremo e ineludible de que lleguemos a la guerra- y, como es lógico, ha de insistir esta columna en la actualidad electoral, en los indicios de fraude que se van acumulando y que el enviado de la OEA, el medroso señor Murray, se ha obligado a admitir ante las evidencias, pero llamándolas ‘irregularidades’. Para el arcangelical señor Murray, quien dice haber venido para observar el proceso actual ¡y para hacer e seguimiento del destino que tuvieron las denuncias de la OEA sobre las ‘irregularidades’ de las elecciones para el Referéndum y el CCD!, no indica voluntad de fraude, de trampa, la carta que el alcalde de Chachapoyas le dirige al prefecto regional, la autoridad política de la zona. A pesar de que en su carta el alcalde da cuenta al prefecto que ha recibido “encargo de las Autoridades del nivel Central de organizar y trabajar en el ámbito del Dpto. de Amazonas los comités de Apoyo a la Reelección de nuestro señor Presidente” (sic). También para el arcangelical señor Murray es una simple ‘irregularidad’ otra de las pruebas que le ha presentado la UPP: un oficio dirigido al presidente del Congreso y líder del gobierno, señor Jaime Yoshiyama, en el que diferentes autoridades del ministerio del Interior y otras dependencias gubernamentales le dan cuenta de sus actividades en favor de la reelección del jefe de Estado.
¡Buen observador nos ha enviado la OEA! Pueda que el señor Murray llegue a enterarse que las ‘irregularidades’ del Referéndum y de las elecciones parlamentarias, denunciadas en secreto por su predecesor, el inefable Gonzales, fueron a parar muy eficazmente a los basureros de ese armazón legal que él ha encontrado normal. Su descubrimiento, si lo logra, a pesar de ser conocido por el Perú entero, nos servirá para informarnos que la OEA hará el seguimiento del fraude de 1995, con una eficiencia supersónica, a inicios del nuevo siglo. Con lo que quedaremos encantados, sufriendo felices, igual que ahora, las consecuencias del fraude o trampa electoral.
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